Conocí a las chicas de  Presea Records en la universidad, ellas coreando clásicos de reggaetón, mientras se preparaban para el examen de introducción a la filosofía. Las Djs de moda en los ambientes limeños nocturnos del centro se reafirman como feministas y han introducido en la cucufata Lima el neo perreo,  su desenfado y sus movimientos candentes.

Las dealers del perreo o las Presea son de las pocas DJs que se autoproclaman feministas, al mismo tiempo que se visten pegadito “pal sandugueo”. Por ellas y por todas las mujeres de mi barrio que desde los 13 años aprendieron a mover las caderas al ritmo de Dady Yankee, Yvy Queen y Don Omar, van estas reflexiones sobre el feminismo y el reggaetón.

Una cuestión de clase y género

El reggaetón tiene un origen inevitablemente humilde, si bien deriva del reggae como han señalado varios portales internacionales y tiene sus raíces en exponentes como “El general”, con el paso del tiempo, se fue nutriendo de “la calle”, de expresiones más populares. Por ahí puede estar la explicación de su pegada masiva en las calles y callejones de nuestro Perú. Una vez instaurado, fue popular. No digo que no baile entre las clases altas, pero un sesgo racista si se instauró por varios años, al relacionar el reggaetonero con la mototaxi, los discos baratas, la ropa “alaraca” y los “conos” de Lima. Todo eso, clasismo y racismo puro.

Los conocedores se alzan entonces como herederos del rock, el indie, la fusión, la trova, la música de contenido, excluyendo lo amorfo, coloquial, desenfrenado del reggaetón. Pero el baile es inevitablemente contagioso como el meme, en la red, las canciones más populares llegaron a meterse a todos los rincones.

Por otro lado, es inevitable, asumir que el reggaetón tiene contenido machista, Maluma y sus 4 babys son la demostración de ello. Negarlo es como negar que vivimos en una cultura de la violación que ha matado más de 10 mujeres este año que inicia. Y en este punto, se desencadena el debate acalorado, como una feminista, puede ponerse en cuatro y “limpiar el piso con el pelo” en acalorados movimientos.

La contradicción, dicen, es evidente, porque el género mismo cosifica a la mujer, la exhibe como carne, al mostrar sus nalgas. Entramos al terreno de la libertad. Muchas feministas diremos, entonces, que es perfectamente compatible un perreo con una movilización contra el feminicidio. No se trata del baile, no se trata de la música, se trata de los contenidos sociales. El contenido de las canciones en una cultura de la violación son de amor romántico, son cosificantes, reproducen estructuras jerárquicas.

Plantear que en fiestas de reggaetón no se permitirá el acoso, ni la violencia de género, mujeres apoderándose de sus espacios, de su baile, de sus cuerpos es revolucionario. No es lo único, es parte de una batalla que se tiene ganar cotidianamente.

¿No te gusta el reggaetón porque te parece baile de “alaracos”? ¿Le vamos a decir a las mujeres qué deben bailar?

Martín Barbero les daría like

Los teóricos más destacados de la comunicación han analizado los fenómenos sociales para determinar qué es lo más efectivo para llegar al corazón de la gente. Martín Barbero, un teórico de la comunicación, analiza y elogia por ejemplo a las telenovelas brasileñas que empiezan a colocar contenido social y político en sus tramas. Han sido algunas marcas, en los últimos años, que han asumido un discurso feminista “light” para hablar de la no violencia. Así, hay cada vez un público que lo reclama.

Con el reggaetón, ha sucedido toda clase de transformaciones, cantantes chilenas, centroamericanas, grupos de mujeres anarquistas han asumido remix y ritmos de este género para insertar sus letras contra el machismo. Los medios no son lo que importan, sino los contenidos. En ese nivel de practicidad, si el reggaetón es un instrumento para sumar a la lucha feminista a otras adolescentes, porque entienden que escuchan referentes cercanos, que los mensajes son entendibles. Así el feminismo se acerca a ellas, lejos de su “élite”, de sus formas académicas, necesarias, pero que en el barrio se desintegran.

Las recetas nunca son certeras, es inevitable seguir criticando a una industria musical cosificadora que vende productos, pero prohibir, amargarse e irse a un rincón no ayuda. Construir propuestas desde la cultura popular para llevar el feminismo a todos los terrenos es lo que necesitamos.

Las Presea record han hecho con su hobby algo más allá de solo fiestas, se han reafirmado en una posición personal y política, donde otras se callan.

A celebrar con ellas la diversidad de bailes y feminismos.



Foto: Presea Record- Facebook