Otra vez en la vía pública, frente a todos nos están quemando. Esta vez fue Juanita, una cajamarquina vendedora de salchipapas. Una humilde trabajadora y no fue su pareja, sino su ex cuñado. La amenaza del feminicida estaba dada a su ex pareja: te voy a dar donde más te duela. Porque así no te mate, así no mueras, algo en ti debe quedar marcado “como escarmiento” por el rechazo. Porque de esto se trata: de poder, de “enseñarle a las mujeres” quién tiene la última palabra. El machismo, no lo olvidemos nunca, mata para afianzar su poder de sometimiento a la mujer.

El mismo mecanismo que con Eyvi Agreda, gasolina, una botella, la vía pública y con testigos. Las formas se repiten y nuestra sociedad se desangra. No podemos afirmar que se trata de una inspiración en el crimen anterior, pero la similitud en crueldad es alarmante. Porque esto crímenes no solo son premeditados sino que buscan ocasionar el mayor dolor posible, la marca en la piel con fuego. Nos queman, nos han quemado desde la edad media, nos siguen quemando.

Esneider Estela Terrones no olvidemos ese nombre, el feminicida, el criminal, el machista. El que se creyó que nadie le podía decir que no. Estela vestía la camiseta de la selección peruana, se reunía con sus amigos a ver futbol, no es un enfermo, no es un tipo con problemas mentales, es un hijo del patriarcado, un machirulo que objetiviza a las mujeres, a quien su ex pareja señala como un abusador. Hay que repetirlo muchas veces, un hombre normal nos puede matar, un amigo, un vecino, un enamorado que considera que tiene poder sobre una mujer legítimamente puede matar. Así, cuando las mujeres perdemos humanidad y somos un cuerpo más, cuasi un objeto también se nos puede quitar la vida. Cuando somos una amenaza, cuando resistimos, cuando decimos que NO. Nos pueden matar.

Quemadas las “malditas mujeres” antes por brujas, por poseer conocimiento sobre plantas y animales, medicamentos, pociones. El saber, reservado para un puñado de teólogos era peligroso en manos de las mujeres. La cruzada de la quema de brujas que emprendió la iglesia entre los siglos XV y XVII incineró a miles de mujeres en el mundo, torturándolas hasta confesar pecados. Fue la forma de afianzar el patriarcado vertical y eclesial de la Iglesia, de aplastar “supersticiones”. Sumisas las mujeres, amenazadas no podían más que callar.

Teniendo como referencia esta historia. Donde otras miles de mujeres fueron quemadas. Cómo no nos va doler cada vez que se queman mujeres en el Perú. Otra vez el patriarcado, el machismo terrorista que usa el mismo mecanismo, la misma fórmula para acabar con la vida de una mujer pobre, andina, cajamarquina, trabajadora.

Juana Mendoza que lucha por su vida con el 95% del cuerpo quemado. Dormida profundamente para resistir. Nos duele juanita, nos duele Eyvi y las mujeres peruanas estamos hartas de este terror, cansadas de no poder caminar, trabajar, vivir con tranquilidad. ¿Hasta cuándo? Tenemos  que despertar, hermanas. 

Una vez, la poeta chilena Danitza Fuentelzar me dijo:  "por lo que realmente luchamos es por mantenernos vivas". La frase me descuadró, pensé que las mujeres afrontamos la desigualdad en muchas formas todas ellas prioritarias, lo pensé. Era verdad, las mujeres estamos peleando por estar vivas, porque no nos sigan quemando. Lamentablemente, nos  toca defender nuestra vida como primer bastión de resistencia. 

Fotografía de portada: Juana Mendoza, mujer atacada.