Yo soñaba a Eyvi levantándose de la cama del hospital. Como otras mujeres que siguieron el caso con rabia e indignación, creí que un día se sumaría a nosotras en las movilizaciones, que su voz se confundiría entre nosotras. Podía verla no como sobreviviente sino como heroína. Y se fue. Eyvi voló y nosotras nos quedamos en este mundo para resistir.

Hace dos años cuando el movimiento Ni una menos tomó las Plazas de Lima en una de las movilizaciones más grandes del país no pensábamos que el machismo golpearía más fuerte, que las cifras se exacerbarían que cada 71 horas se seguiría matando a una mujer en el Perú. El segundo caso de un hombre intentando quemar a una mujer apareció unos días después de la muerte de Eyvi. El método se imita. Las formas de tortura a las mujeres son cada vez más crueles, el fuego como elemento aleccionador que marca el cuerpo, que deja vestigios visibles para siempre. Entonces entre los grupos feministas apareció un término: terrorismo machista.

El Terrorismo machista se está empleando para señalar estas formas crueles de ensañamiento contra las mujeres que se están dando. En otros países, como EE.UU. han proliferado en las redes sociales los INCEL o Célibes involuntarios que culpan a las mujeres de no poder tener coito, de sentirse miserables. En nombre de esta “reivindicación del derecho al sexo”, han cometido atentados a población civil como atropellos masivos. La respuesta a la mujer que dice “no” es un ataque mayor.

El terrorismo machista también se aplica a las otras formas de amenazas y ensañamiento como en el caso de Eyvi o en el caso de la chica que fue asesinada por el ex novio con 9 puñaladas. Las violaciones a niñas de dos, tres, cuatro años por familiares. No es un afán de desaparecer solamente, hay un afán aleccionador, como si las mujeres deben “aprender su lugar en el mundo”. Es un afán de destruirlas físicamente, moralmente y socialmente.

Otras reacciones han sido menos violentas. En América Latina, donde la religión tiene mucho poder, los grupos evangélicos y católicos conservadores han respondido. La marcha por la vida se declara contra la decisión de la mujer de llevar o no un embarazo. Nos vemos obligadas a emprender una defensa de individualidad y el cuerpo como territorio, en el que no debería tener cabida ni el Estado ni la Iglesia.

Cada planteamiento de las mujeres como el #YoTeCreo, que es una apuesta política por acompañar a quien se encuentra en estado vulnerable, ha sido distorsionado y cuestionado hasta el cansancio. Entonces el debate ha pasado de ser sobre la violencia de género a trasladarse a “peligro de difamar”. Se ha cuestionado, incluso, el propio término de “violencia de género” y se ha querido cambiarlo por “violencia en todas sus formas contras todos”. Tratando de desaparecernos en ese mar de problemáticas sociales que azotan.

En la burbuja de las redes sociales, han salido a la palestra los “correctores del feminismo” aquellos que se esmeran a detalle en encontrar la falta, el error, le equivocación en las feministas. Que pasan sus días comentando sus post, pegando información en los muros de las mujeres, en resumen “haciendo mansplaining”, dando indicaciones de cómo debería construirse un verdadero movimiento de mujeres. Son aquellos a quienes les aturde el lenguaje inclusivo, que hacen parodia del mismo y se sienten llamados a defender las formas del lenguaje. Son como caballeros medievales de la lengua española, protegiendo “un saber inmóvil” como si no fuera la lengua una construcción social.

Así desde las formas más crueles y terribles de “aleccionamiento” hasta las sutilezas el machismo ha contestado en todos sus frentes. La reducción de los problemas, la ridiculización de las luchas de las mujeres. El machismo ha respondido porque el poder transformador y cuestionador de las relaciones sociales, de poder, económicas del feminismo es grande. Abre una grieta en cómo se ha construido el sistema ¿Otra forma de relacionarnos? ¿Otro mundo es posible? ¿Cómo no les va asustar?