El 8 de marzo será un día de trabajo más para muchas mujeres en el Perú. La señora que vende emolientes tendrá que levantarse a las 5 de la mañana, atender a sus hijos y salir con su carro para vender desayunos a los oficinistas que salen apurados. El 8 de marzo, que es la fecha emblema para recordar a las mujeres que lucharon por condiciones de salario digno, otras tantas estarán en talleres clandestinos, vendiendo ropa, zapatos, trabajando 12 o 14 horas. Ellas son las periféricas, las cholas de la casa, las afros, las migrantes, las empleadas de Publicarsupermercado, las obreras. Las mujeres que trabajan para ganarse el pan, ellas no sabrán siquiera que existe el Paro de mujeres, la marcha, su voz ni siquiera será un susurro.

El llamado de atención está en que el feminismo no puede dejar de lado las condiciones sociales, étnicas y económicas de las mujeres. Porque en un país de tanta complejidad como es el Perú, las condiciones no son las mismas si eres mujer andina, afro y si no tuviste acceso a educación. Esta realidad les parece de ficción a muchas otras mujeres con privilegios y mayor acceso a servicios o educación. Así, Inés Temple, consultora, empresaria y próspera en cada proyecto que emprende responde al Diario Perú 21 que el "El género no determina el éxito o el fracaso". Se hace invisible toda la población de mujeres “cholas” que simplemente no tuvieron condiciones para estudiar ni desarrollar sus sueños.

Las voces críticas a los movimientos donde se invisibiliza a las mujeres de otras etnias han surgido de todos lados. En España, por ejemplo, un grupo de mujeres afro se pronunciaron frente lo que llaman “feminismo blanco” y rechazaron participar de la marcha porque no se sentían representadas. Lo mismo sucede con las musulmanas que abrazan el feminismo en Europa, sienten que se les arrincona por profesar un tipo de religión, por usar velo. En el Perú el debate sobre el feminismo desde otras etnias o religiones es incipiente todavía porque la discusión sobre la violencia lo acapara todo y cómo no va ser un tema urgente si cada 71 horas se muere una mujer a manos de un agresor.

Sin embargo, voces diferentes ya han aparecido. Las mujeres sindicalistas –que no son muchas- desde siempre han traído sobre la mesa las condiciones salariales, el cuidado no remunerado de millones de mujeres que lavan y planchan “por amor a su familia”. El capitalismo y la industria nos quiere vender un “feminismo ligth”, nos quiere hacer creer que todos los problemas se solucionan si se elimina la violencia hacia la mujer, si nos convertimos en “buenos seres humanos” como bien señala la señora Temple. Todos están a favor del hashtag #NiUnaMenos pero cuántos a favor #NoTrabajoSinRemuneración de parte de las mujeres.

Mientras exista dependencia económica de parte de las mujeres, mientras ellas no puedan acceder a tierras, propiedad, educación el circulo de la violencia y el poder que ejercen sus maridos sobre ellas será eterno. No podemos hablar de Buen vivir si en las comunidades las mujeres no pueden acceder a cargos de representación, si en los trabajos ganan menos. Y no se trata solo de que sean menos capaces sino de una histórica realidad que le ha dado a la mujer en el Perú poco más de 50 años de voto, pocas opciones educativas, una educación sentimental hecha para cuidar y no arriesgar, hecha para callar y no representar. Este 8 de marzo, mientras algunas mujeres estaremos en la marcha, otras cargarán a sus wawas y empujarán sus carritos de codorniz. Pero, soñamos con que algún día podamos ser todas, que en nuestra diferencia social, étnica y de creencia religiosa nos sumemos a una causa común de construcción de un mundo donde nuestras niñas tengan que explicar a todos porque la equidad es importante, donde puedan elegir de verdad.

*Foto de portada: Red Muqui