Susana Vásquez, artista plástica, está trabajando intervenciones en las que reta al ciudadano a encontrarse con cuerpos de mujeres víctimas de violencia en la vía pública. En esta oportunidad no fui espectadora, no entrevisté ni tomé notas, me convertí en el cuerpo inerte que desde el piso le reclamaba a los transeúntes por qué se mueren las mujeres a manos de un “maldito amor”.
cOMAS- PARADERO SAN FELIPE

Dos amigas estamos caminando, es la avenida San Felipe, Comas, junio del 2017. Ocho de la noche, hace frío en Lima. Dos desconocidas a las que jamás has visto antes. Tantas mujeres iguales a nosotras. Tantas otras a las que le has silbado alguna vez porque te pareció que tenían el poto grande o los pechos bonitos. Alguna a la que criticaste porque se vestía no recatadamente y se estaba exponiendo a que la traten de puta. Quizá alguna a la que solo ignoraste porque da lo mismo, un rostro más en la noche, una chica en una ciudad de 10 millones. 

Y suena la canción de moda de Armonía 10

“Me atrapaste

Me tuviste entre tus manos

Me enseñaste lo inhumano

Lo infeliz que puede ser”

El vendedor de discos pone cumbias de manera aleatoria, todas de amor perdido. Cuánto duele el amor, que hasta parece natural. Cuántas marañas de celos y rencores. Eso narran las canciones, el cine, los diarios, las novelas, las madres. Nosotras no les creemos.

En la quinta estrofa de la canción de la agrupación de moda, Corazón Serrano, una de nosotras ha caído al suelo. Se ha desplomado sin mayor razón. Sin inmutarse ni pedir ayuda o hacer un escándalo para que lleguen los bomberos, la acompañante le ha tendido un plástico negro en todo el cuerpo. Encima le ha colocado un cartel. ¿Qué piensas? ¿Están actuando?

Y las vendedoras de celulares se acercan por curiosidad. ¿Qué está pasando? La muchacha no mueve un solo músculo, parece que no respira, que no siente el frio del suelo. Envueltas en sus chalinas, las mujeres comentan que la chica está loca, cómo va a estorbar el paso. ¡Hay que llamar a la policía!

“97 mujeres fueron víctimas de feminicidio

En el 2011”, se lee en su cartel.

Y la frase les pica la garganta. Miran calladas, se alejan. ¿Será verdad? Murmuran sobre el caso que salió en la televisión. Ocurrió en Ayacucho la semana pasada, un hombre asesinó a golpes a su pareja. Sí, salió en el periódico. Lo leyeron los taxistas y lo comentaron con sus pasajeros. ¡Qué hombre!, pero así pasa.

Caigo al suelo también.

El cartel dice: “En el 2012 murieron 122 mujeres a manos de su pareja”

Debajo del plástico soy un pedazo de materia más. Mi cabello escapa a la bolsa y se ven mis botas. Entro en un estado de suspensión, respirando lento, como si realmente no fuera más que cuerpo inerte esparcido sobre la vereda. No cierro los ojos pero mi posición solo me permite ver con un ojo. Y la siguiente cumbia más chillona que la anterior, vuelve a sonar:

“Hace tiempo que mi vida no tiene valor

Será porque dentro mío llevo un gran dolor

Tú decidiste no volver

Lejos de ti

Voy a morir

foto: Facebook lAS HORAS HERIDAS- Susana Vásquez


Cosas que pienso mientras estoy en el piso: en los zapatos que pasan delante, en la cifra escalofriante de que cada 71 horas muere una mujer a causa de violencia de género en el Perú. La mata su pareja, la mata también el policía que le dijo que no la atendería cuando denunció el primer golpe, el moretón en el labio. La mata el silencio. Y hoy, a diferencia de lo que las feministas hacemos. Estoy callada, quieta y siento miedo.

Otras cuatro chicas han caído a medio metro. Todas cubiertas con bolsa de plástico, así como cuando ocurre un accidente y la policía tapa el cadáver para que no veamos cuan cruel es la muerte con los cuerpos. El mensaje si se lee en continuo dice: En el 2013 murieron 105 mujeres por feminicidio, en el 2014 fueron 83, en el 2015 llegaron a 100. Seis cuerpos en una vereda de Comas. Cuerpos que incomodan solo por estar presentes con una cifra pegada.

Entonces una señora patea a mi compañera. ¿Se moverá acaso? Qué payasada. Patea por segunda vez a la siguiente. Su pie llega a la altura de mi cabeza y dan ganas de gritar, de reclamarle. No me agrede, pero se pregunta ¿si les quitamos los zapatos? Tan fácil es hacerle daño al que no se defiende.

Un muchacho pasa, se detiene y lee los carteles. Lo piensa un poco y toma fotos. Los niños pasan en grupo, corren entre los cuerpos, se sorprenden, leen. Alguna voz los llama y se van. Una madre joven pasa junto a su hijo. Él le pregunta que está pasando. Ella le dice a modo de orden: camina rápido, Leonardo, no leas nada.

No mires, no sientas y el machismo se gesta en las mujeres. Así como la vez en que le dijiste a tu hijo que jugar con muñecas era de niñas. A veces, sin quererlo estamos criando al abusador. A los niños no se les debe tocar la infancia, dice el Pastor Palomino de mi barrio en Comas. Y los cuerpos de las mujeres en la vía pública con cifras de mujeres muertas por sus parejas son una ofensa a su infancia. Se les permite ver violencia en la tele, pero ante la realidad, los padres parecen enmudecer. ¿Cómo le explicas a tu hijo que el machismo mata?

La vez en que Susana Vásquez se tendió en el suelo en el Parque de La Amistad, donde había muchos niños y niñas, las madres se escandalizaron. No quieren explicarles a los niños y niñas que en el Perú la violencia de género llega a límites insospechados. Por eso, quizá, fue tan difícil que se aprobara el enfoque de género en el currículo escolar. Hace un mes, en el Congreso se quitó de la Ley el enfoque de género del D.L. 1243 sobre Seguridad Ciudadana. Que se hable de género da miedo, eriza la piel de congresistas, pastores y sacerdotes.

Soporto más el frío que la indiferencia del Estado. La performance debe durar cinco minutos pero quiero que acabe porque los pasos se van acercando más. Ya no sé si me miran, si desean tocarme, si me quieren quitar el cartel. Puede ser que nos prefieran muertas en un callejón, bajo luz tenue, donde nadie nos mire, donde no existamos.

Da miedo que deseen que nos oculten, da rabia.

Los mototaxistas sienten curiosidad, veo sus zapatillas blancas, el barro pegado en un zapato derecho. Parece una campaña sobre las mujeres, dice una voz femenina. Eso les pasa a las mujeres por “respondonas”, interviene una voz gruesa y se ríe como si hubiera hecho un chiste.

El hombre que gritaba que decía “por qué no se van a otra parte”, ha empezado a acercarse a cada una de nosotras aleatoriamente. Esta borracho se inclina por ratos. Aparece un perro lanudo, que huele el plástico, merodea. Sospecho que puede orinarnos.

Las luces se borraban en el fondo y el frío se acumulaba en mi espalda sobre el cemento. Las voces se confunden con la bocinas. Puedo escuchar tantas voces, que todos juntas pronto forman un coro indescifrable, acumulado, imposible de diferenciar. Me voy perdiendo en la atmósfera.

La artista se ha colocado de pie. Acabó la performance y una señora le hace preguntas. Ha sido un total de 20 minutos. Si pudiera nos haría preguntas a todas. Nos interpelaría. Nosotras invasoras, pero también capaces de decir lo que Ruth Talía, la muchacha de 19 años no pudo, cuando la mataron y la arrojaron a una zanja. Su vida había sido expuesta unas semanas antes ante cadena nacional por Beto Ortiz, y el machito de su novio “no pudo soportar que le dijeran cachudo”.

Por ella y todas las demás anónimas que murieron en sus propias casas, un día expondremos nuestros cuerpos al mundo con sus heridas y ellos no callarán. Hablará cada marca, cada arruga será testimonio de la violencia. ¿Entonces te movilizarás con nosotras?

Hoy, Susana nos ha dado una experiencia de vulnerabilidad. A merced de los otros, de sus voluntades, a la total intemperie, una se siente expuesta, pequeña, reducida y preocupada por las otras mujeres que como tú están en la misma situación.

Callada, escuchando como me agreden. Me recordó a la vez que me tocaron en el bus y me callé, como cuando me puse el short en verano y me gritaron que estaba rica. Comprendí que en el fondo no había gran diferencia entre estar tendida en el suelo y caminar sola, la vulnerabilidad de la mujer es alta, es terrible. Incluso en dentro de su propia casa, en la falsa seguridad de su hogar.

Así, Susana Vásquez nos coloca frente a una realidad muy dura. La propuesta se titula “Línea de tiempo”. Esta es una acción grupal de seis mujeres que representan las cifras de muertes desde el año 2011. Las activistas van muriendo simbólicamente a manera de dominó. Primero cae una y la otra procede a cubrirla con una bolsa negra y un cartel donde se leen las cifras de feminicidios, la que cubre a la primera luego cae y es cubierta por una tercera y así sucesivamente hasta llegar a las 2017” , comenta Susana Vásquez.

Ha realizado las performances en un total de quince lugares de Lima: El centro de Lima, supermercados, La residencial San Felipe, Parque Keneddy, en el Centro de la ciudad del Cusco. Continuará trabajando sus líneas de tiempo en diferentes ciudades del país registrando las reacciones de las personas, que han demostrado, muchas veces, crueldad e incomprensión. Pero también, algunos se han cuestionado, han observado con detenimiento.

Ya no estoy sobre el suelo y suena la última canción con ritmo pegajoso:

“Mátala, mátala, mátala

No tiene corazón mala mujer”

Es sábado y la calle que ocupamos vuelve a ser la misma: ruido y pasajeros corriendo para alcanzar el bus. Ahora que ya no somos unos cuerpos en la vía pública. ¿Puedes identificarnos? ¿Este año cuántas serán estranguladas, cuántas amenazas, acosadas, controladas? Alguna a la que viste pasar, tal vez.


FOTO: FACEBOOK LAS HORAS HERIDAS- SUSANA VÁSQUEZ